sábado, 24 de marzo de 2012

Colegio Monte Tabor.Primer Premio de VI concurso literario "Mio Cid" . 4ª Categoría. 1º y 2º E.S.O



Cuentos Antes de Dormir 
Por  Marta Igea Gracia

 La cosa inesperable llegó en ese momento. Alguien atravesó andando bastante deprisa el salón. Se notaba que era una persona anciana ya que eran pasos torpes y ruidosos. Por favor que no sea la señora Pilar, la señora Pilar no, repetíamos sin cesar. Delante de nuestra puerta se paró jadeante casi sin poder respirar. En sumo silencio, Lucía y yo, nos escondimos debajo de la cama. Gritando nuestros nombres entró en el cuarto, pero… no era una voz de mujer. Lucía se soltó de mi mano y gritó:
Artesania Huichole
- ¡Abuelo! ¡Abuelo!- gritaba sin cesar-. ¿Eres tú abuelo? Sé que eres tú, es tu voz. No te escondas por favor.
     Una risa empezó a sonar detrás de los visillos. No era una risa típica de miedo, sino una risa cariñosa, llena de amor…
- Ven aquí pequeña. ¿Qué tal todo? Y… ¿Por qué te habías escondido? Te doy tanto miedo. No pretendía asustarte carió.
     Rojo como un tomate salí de debajo de la cama y sin  saber por qué me empecé a reír. Ya tenía ocho años y no me podían asustar con tanta facilidad.
- Hola abuelo- susurré muy bajito a su oído- Lo siento un montón, pensábamos que eras la señora Pilar, y ya sabes, pues…
- Tranquilo pequeño. Mamá se ha ido cuando he entrado y me ha pedido que os prepare la cena. Hoy toca macarrones.
     Pasado ya todo el susto bajamos a cenar. Entre risas y mucha charla nos comemos los macarrones y el plátano, la fruta, que por cierto, más nos gusta. Encontré de repente el próximo tema de nuestra conversación:
- Abuelo, la última vez que viniste nos contaste el cuento de la princesita perdida podrías hoy, por favor- le dije muy educadamente- contarnos el cuento de los piratas, aquel que nos contaste hace mucho tiempo, uno que empezaba…
- Me acuerdo como empezaba pequeñín, pero no prefieres cuentos nuevos, sobre países lejanos, personas con ritos y culturas raras, no sé cómo decirte ¿algo diferente?  
- Pero… ¿Cómo qué? -contestó rápidamente y con muchísima intriga Lucía-. Nos sabemos todos los cuentos del mundo, incluso el del perro que vuela, ya no existen más.
- Poneos los pijamas, corred, que tengo una historia que os encantará. Aun no la habéis escuchado, me la contó mi viejo amigo, aquel con el que hice mi viaje a Méjico.
     Corrimos a una gran velocidad, nos dimos un gran baño de agua caliente, nos pusimos los pijamas, nos lavamos los dientes y corriendo nos metimos en la cama de papá y mamá, ya que era la única en la que nos podíamos acostar los dos juntos cuando ellos no venían a dormir.
- Y la historia tratará sobre alguno de allí, algún americano antiguo, uno de esos raros que salen los libros solo por sus rituales - dije yo intentando explicar a quien me refería.
-  A lo que te refieres son los aztecas, y en efecto, hoy mi historia se basa en sus leyendas. Cuando viajé hacia allí, aprendí un montón, pero hubo una que me llamó la atención especialmente. Para ellos el maíz tiene una especial importancia y mi historia trata sobre este alimento, un alimento que lo consumimos incluso en el desayuno, entonces imaginaos la importancia que tiene. Acomodaos que empiezo. Ésta historia me la contaron los huicholes, unos habitantes de un pequeño pueblo, y por ello sus antepasados son los personajes de esta historia:
     Los huicholes ya estaban cansados, comer todos los días lo mismo era agotador. Necesitaban algo diferente, a lo mejor un alimento que se pueda comer todos los días pero que se pueda consumir en miles de formas diferentes. Un joven de este pequeño pueblo oyó hablar del maíz  y se imaginó todas estas formas en las que se podía presentar. Con solo pensarlo se le hacía la boca.
-Un segundo, un segundo –contesté - ¿Qué un alimento se pude presentar en miles de formas? Eh…No, no lo entiendo.
-Un ejemplo sería el del chocolate, se puede presentar en onzas, siropes e incluso batidos; pues igual el maíz.
-Ah… vale, vale. Bueno pues ya puedes seguir.
-¿Por dónde iba…? ¡Ah sí, como iba diciendo!...:
     Pero en ese momento, solo existía un pequeño problemilla, el maíz se encontraba demasiado lejos, al menos al otro lado de la montaña, pero las ganas ganaban y este joven se puso en marcha hacia su meta. Después de una buena siesta esa noche, se levantó con unas ganas de comer atroces. Y allí la avistó, una gran ave se posaba en las ramas más elevadas del árbol. Apuntó rápidamente hacia ella pero ésta, le aclaró que ella era la Madre del Maíz la cual le iba a permitir alimentarse con todo el maíz que quisiese, y le pidió que no la matase.
-Guaaaau…-se le escapó a Lucia.
-No interrumpas Lucía, sigue abuelo por favor.
-¿Estáis seguros? Aun queda un poquito. ¿No tenéis sueño?
-No, no, sigue. Me encanta esta historia mañana la contaré en el cole.
-Bueno, bueno…:
     Le condujo al país del Maíz. Para él esto era un sueño hecho realidad. En esa preciosa tierra se encontraban las cinco doncellas más bellas de todo el mundo, pero sólo una, con su encanto y dulzura consiguió enamorar a este joven tan aventurero. Mazorca Azul, que así se llamaba, se casó con el protagonista de nuestra historia. La mujer le enseñó a cultivar el maíz y a darle los cuidados que necesita. Por tantos robos, Mazorca Azul, también tuvo que enseñar a colocar fuego alrededor de las cosechas. Y lo mejor de todo es que… pero, ¿qué es ese ruido?
Traje tipico de los Huichloes
     El abuelo debió mirarnos a los dos, y solo se encontró a dos hermanitos pequeños abrazados, roncando alternativamente.
-Buenas noches y que soñéis con el maíz- exclamó el abuelo con alguna que otra sonrisa.
     Caminó hacia el salón, por el que hace unas horas había pasado corriendo, cogió el teléfono y llamó.
-Claudia, hija mía, ya se han dormido. Dale recuerdos a Álvaro y que duermas tú también bien.

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