Primer Premio de la 3ª categoría del Certamen Literario "Mio Cid"
IX Semana Cultural Colegio Monte Tabor.
El otro día, en clase de
historia, la señorita Pérez, siempre tan risueña y amable, contó a los niños lo
que tenían que hacer:
- Como
estáis estudiando la Edad Moderna, vais a realizar unos trabajos sobre
personajes de la época. Podéis elegir vosotros las parejas.
Todo el mundo corrió a ponerse
con su mejor amigo, y cómo no, Paula y Javier se pusieron juntos.
La profesora les dijo a cada
pareja qué personaje iban a hacer. A Paula y a Javier les tocó Santa Teresa de
Jesús.
- Para
buscar información, os dejaré bajar a la sala de ordenadores – dijo la
profesora.
Algunos niños se quedaron en
clase para repartirse el trabajo y otros bajaron a buscar información.
Mientras se dirigían a la sala
de ordenadores, Javier y Paula, que venían de entregar unos papeles a un
profesor, se encontraron la vieja puerta de madera, que siempre estaba cerrada,
abierta. Los dos niños se extrañaron mucho al verla abierta y se preguntaron
qué habría dentro de la sala. Y como a los dos les picaba la curiosidad, no
dudaron en entrar.
La sala era pequeña y poco
luminosa, pues no había ventanas, el techo tenía alguna que otra telaraña, y en
el centro de aquella pequeña habitación había una mesa, y sobre la mesa un
ordenador.
Los niños se quedaron
asombrados, pues no se esperaban aquello.
- Bueno,
tenemos lo que queríamos, un ordenador, ya podemos ponernos a trabajar – dijo
Javier.
- No me
parece muy buena idea, no podemos estar aquí – replicó Paula.
Mientras tanto, Javier, que ya
había encendido el ordenador, estaba buscando en Google: “Santa Teresa de
Jesús”. Al pulsar la tecla “intro”, todo se desvaneció y se encontraron en
frente de un edificio de piedra con ventanales, varias campanas y, en lo alto
del edificio, una pequeña cruz. Los dos niños no podían creérselo, ¡ya no
estaban en la sala de antes! ¡Se habían trasladado de lugar!
- ¡Guau!,
Nos hemos teletransportado, ¿dónde estaremos? – preguntó Javier fascinado.
- Convento
de San José – leyó Paula en un cartel - ¡Javier, estamos en Ávila!
- Y este
convento lo fundó Santa Teresa – añadió éste.
- ¿Te
das cuenta?, cuando tú tecleaste “Santa Teresa de Jesús”, el ordenador nos
llevó al convento que fundó Santa Teresa.
Entonces, ¡el ordenador te transporta al lugar que buscas! ¡Eso nos
servirá para hacer el trabajo de historia! – exclamó Paula.
- Pues
entonces, ¿a qué esperamos?, ¡entremos!
- ¡Sí!
Y, tal como habían dicho,
entraron en el convento. Los dos niños se quedaron asombrados de lo bonito y
luminoso que era. Allí vieron a unas monjas y les pidieron que les contaran
cosas sobre Teresa de Jesús.
- Si
queréis conocer más sobre Teresa, ¿por qué no se lo preguntáis a ella?
- Pero,
si Santa Teresa ya falleció – dijo Javier.
- ¡Qué
me dices! ¡Si está ahí mismo! – dijo una de las monjitas señalado una pequeña
capilla.
- Disculpe,
¿me podría decir en qué año estamos? – preguntó Paula.
- En
1.562, ¿qué ocurre, es que no sois de aquí?
Los niños se miraron
asombrados
- No, no
pasa nada – respondió Paula, que no quería decir nada de lo que había ocurrido.
- Bueno,
muchas gracias, vamos a hablar con Teresa – dijo Javier mientras agarraba a
Paula del brazo.
Javier y Paula salieron de la
estancia.
- Paula,
¡estamos en 1.562!
- ¿Y qué
pasa con eso? – preguntó Paula.
- ¡Que
qué pasa con eso! ¡Que hemos viajado 500 años al pasado! – gritó Javier.
- Bueno,
bueno calma, vamos a hablar con Santa Teresa y después ya veremos – contestó
Paula.
Y así pues, se dirigieron a la
capillita a ver a la santa. Como no querían interrumpir su oración, estuvieron
rezando y, después de rezar, como ella seguía orando, decidieron esperarla
fuera. No esperaron durante mucho rato, porque a los cinco minutos Santa Teresa
salió. Los niños la llamaron.
- Teresa
– la llamaron Javier y Paula.
- ¿Qué
queréis niños?
- Que…querríamos
que nos contases un poco de tu vida – dijeron los niños avergonzados.
- ¿Por
qué queréis saber cosas sobre mí? – preguntó la santa extrañada.
- Pues
verás, nosotros no somos de esta época.
- No os
entiendo, ¿cómo que no sois de esta época? – dijo aún más extrañada.
- No nos
creerás, pero nosotros venimos de 2.015. Teníamos que hacer un trabajo sobre ti
y tu vida, pero al escribir tu nombre en el ordenador, artilugio que no
conocerás, nos ha llevado hasta aquí. Entiendo si no te lo crees – dijo Paula
desconsolada.
- Claro
que me lo creo, hay que creer en los milagros del Señor. ¿Acaso Él no realizó
muchos?
- Entonces,
¿nos ayudarás? – preguntó Pedro.
- Pues
claro – afirmó Teresa.
Entonces, los tres se
dirigieron a una sala del convento.
- Bueno,
decidme, ¿qué tipo de cosas queréis saber sobre mí? – preguntó Santa Teresa.
- No sé,
cuándo naciste, tu infancia, tu vida como monja…
- De
acuerdo. Yo nací el 28 de marzo de 1.515. Éramos diez hermanos y dos
hermanastros y me bautizaron el cuatro de abril del mismo año. Recuerdo que
desde muy pequeña me interesaba mucho la vida de los santos y, una vez, hasta
me escapé con mi hermano Rodrigo para convertirnos en mártires en tierra de
moros. Mi madre falleció en 1.528, entonces yo tenía trece años. Por desgracia,
en 1.527 sufrí una enfermedad muy grave pero gracias a Dios me recuperé. Yo
deseaba ser monja, y el dos de noviembre de 1.533 entré en el convento de la
Encarnación y allí profesé el día tres de noviembre de 1.534. Mi padre murió en
1.544. Tras entrar en el convento, mi salud empeoró, pero en 1.539 recuperé la
salud gracias a la intercesión de San José. En este año, 1.562, he fundado este convento,
el convento de San José. Y esto es todo lo que os puedo contar sobre mi vida…
Javier y Paula, que la habían estado escuchando
muy atentamente se asombraron de la vida de aquella santa. Le dieron las
gracias y se despidieron de ella, porque ya tenían que volver al colegio. Allí
añadieron a su trabajo de historia nuevos datos, como que en los últimos veinte
años fundó otros dieciséis conventos (en Medina del Campo, en Malagón, en Valladolid,
en Toledo, en Pastrana, en Salamanca, en Alba de Tormes, en Segovia, en Beas de
Segura, en Sevilla, en Caravaca de la Cruz, en Villanueva de la Jara, en
Palencia, en Soria, en Granada y en Burgos), y que el quince de octubre de
1.582 murió en brazos de Ana de San Bartolomé.
Los dos niños sacaron un diez en su trabajo y supieron más
sobre la vida de Santa Teresa de Jesús.